El cuidado a nuestros mayores, una situación de impotencia

“Un hombre, de 86 años, mata a su mujer”. De inmediato los medios lo difunden calificándolo como un crimen machista, se contabiliza como tal y nos tranquilizamos, porque el machismo, aunque es una lacra para la igualdad, parece un riesgo bajo control policial, judicial y político. Ella, de 83 años de edad, estaba postrada en cama por la enfermedad y él, mermado de fuerzas, era incapaz de cuidarla. Ante un déficit social evidente como es la falta de servicios públicos de atención a la dependencia, y especialmente para el cuidado de las personas mayores, nadie se escandaliza en absoluto. La atención profesional y personalizada de nuestros mayores resulta un asunto ajeno a las Administraciones, sigue siendo una cuestión familiar, un problema privado, casi vergonzante, cuya solución no reporta tantos votos como la lucha contra el machismo, mucho más mediática. Sin culpar a nadie, pero responsabilizando a todos, la muerte violenta de una anciana a manos de su marido, y el posterior suicidio de este, ambos enfermos, que el pasado fin de semana ha ocurrido en Asturias, pero que se repite con preocupante asiduidad en otros lugares, no es sólo un desgraciado incidente inexplicable, es el síntoma de la situación de impotencia en la que vivimos muchos familiares de personas dependientes y ellos mismos, y al parecer nadie puede hacer nada, excepto amenazarnos con la quiebra inevitable del sistema público de pensiones, aquí siempre sobramos los mismos: los mas débiles.